lunes, 9 de enero de 2017

Cómo destruir a una mujer con sólo una carta según Nietzsche

Enaltécela con besos, caricias y palabras, para después desaparecerla con tu crueldad. Hazle el amor con tu cuerpo, mente y alma, luego penétrala con desdén como si quisieras congelarla. Prométele el cielo, la luna y tu lealtad, pero sólo bájale una estrella, una que esté a punto de dejar de brillar. Ahógala en atenciones y detalles, después sácala de ese mar de ilusiones y déjala sola, vulnerable y fría. No gastes su nombre, llámala “amor”; entonces, cuando ella también lo haga recuérdale lo indiferente que te es su presencia. Listo…ten por seguro que la has destruido.

Sigmund Freud decía que lo opuesto al amor no era el odio, sino la indiferencia. Es cierto, pero del odio también surgen las acciones más inhumanas, las palabras más hirientes y las decisiones más irreparables. Esta ingrata emoción surge del impacto con el que nos golpea el desamor. Justo esa sensación que desmaya el cuerpo por dentro cuando alguien nos rechaza y la dosis de ansiedad, vértigo y tristeza que provoca la ausencia del ser amado nos lleva a odiarlo.

Aún el más experto en el tema –aquél que conozca los versos más poéticos y las verdades más profundas sobre el amor– es capaz de odiar a quien ama y no le corresponde. Friedrich Nietzsche es un claro ejemplo de que ni el conocimiento ni el talento pueden salvarnos de un insufrible e irónico amor imposible. Aquel filósofo, poeta, músico y filólogo alemán, considerado uno de los pensadores contemporáneos más influyentes del siglo XIX, no logró evitar que su corazón se estrellara contra él mismo hasta volverse polvo.

Algunos biógrafos como Thomas Mann aseguran que la obsesión de Nietzsche por una mujer, misma a la que después se propuso destruir por medio de una carta, nació del enfermizo y equivocado amor que el escritor sentía por su propia hermana, Lisbeth. Además de incestuoso, otros autores lo han tachado como un hombre sobreprotegido por todas las mujeres que lo rodearon. Por lo tanto, lo consideran un inestable prisionero de sus propios sentimientos. Sea cual sea la razón el poeta vivió atormentado por el rechazo de una joven que nunca logró conquistar, Lou von Salomé, quien se enamoró de su pensamiento, más nunca de él.

 Friedrich Nietzsche y su hermana Lisbeth
A pesar de los intentos en los que el pensador invirtió su energía y sus pocas ganas de vivir, Nietsczhe sólo consiguió un poco de tiempo antes de perder la razón. Mientras eso ocurría la única salida que él encontró fue escribir sobre la mujer que lo estaba matando. “Así hablo Zarathustra” fue el primer destello en letras sobre la imperante e irremediable atracción que sentía por Lou. En 1883, días después de que Lou rechazara por completo al esperanzado filósofo, de su dolor surgió un gran poema filosófico. Pero ninguna obra o línea ha sido tan sincera, doliente y avasalladora, como la carta con la que Nietzsche se dispuso a destruir a la mujer de su vida.

Lou von Salome


  
 “Lou:
Que yo sufra mucho carece de importancia comparado con el problema de que no seas capaz, mi querida Lou, de reencontrarte a ti misma.
Nunca he conocido a una persona más pobre que tú.
Ignorante, pero con mucho ingenio.
Capaz de aprovechar al máximo lo que conoce.
Sin gusto, pero ingenua respecto de esta carencia.
Sincera y justa en minucias, por tozuda en general, en una escala mayor, en la actitud total hacia la vida:
Insincera.
Sin la menor sensibilidad para dar o recibir.
Carente de espíritu e incapaz de amar.
En afectos, siempre enferma y al borde de la locura.
Sin agradecimiento, sin vergüenza hacia sus benefactores…

En particular:
Nada fiable.
De mal comportamiento.
Grosera en cuestiones de honor…
Un cerebro con incipientes indicios de alma.
El carácter de un gato: el depredador disfrazado de animal doméstico.
Nobleza como reminiscencia del trato con personas más nobles.
Fuerte voluntad pero no un gran objeto.
Sin diligencia ni pureza.
Sensualidad cruelmente desplazada.
Egoísmo infantil como resultado de atrofia y retraso sexual.
Sin amor por las personas pero enamorada de Dios.
Con necesidad de expansión.
Astuta, llena de autodominio ante la sexualidad masculina.
Tuyo”.
–Friedrich N.



Lou von Salomé era tan maravillosa como indescifrable. El autor la conoció cuando ella tenía sólo 20 años, los suficientes para haber enamorado a otros pensadores como el filósofo Paul Ree, el poeta Rainer Maria Rilke, el fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud; el sociólogo Ferdinand Tonnier; el psicólogo experimental Herman Ebbnghaus, entre otros. Su belleza era enigmática pero su ingenio, inteligencia y singular madurez, la convertían en una gema preciosa imposible de poseer. Lou llevó a Ree al suicidio y a Nietzsche lo condujo a una frustrante locura. No obstante, antes de que el filósofo perdiera la lucidez, él redactó las últimas palabras que en su despecho y confusión quiso dedicarle a la única mujer de la que realmente se había enamorado.

Friedrich Nietzsche, Lou von Salomé y Paul Ree

Destruir a una mujer con sólo una carta, según Nietzsche, resulta ser una obra de arte que reúne todas y cada una de las carencias y vacíos de la mujer amada. En el caso del pensador, ni los años lo consumieron tan cruelmente como lo hizo el amor no correspondido de su joven y bella musa. Así que decidió crear ese atroz y corto escrito para deshacer el lazo que alguna vez (y de forma muy extraña) lo unió con Lou. Sus palabras fueron tan devastadoras como lo que Salomé le hizo sentir, por lo que esta carta fue con la que Nietzsche pudo –y cualquier hombre podría– desbaratar a la mujer que más amó y que nunca pudo tener.

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